Suscríbete a la Revista Turia

Artículos 156 a 160 de 601 en total

|

por página
Configurar sentido descendente

[...que no es nadie la muerte]

25 de junio de 2018 09:27:28 CEST

 

 

 

 

 

 

 

 

 

…que no es nadie la muerte. Un apagarse de golpe o poco a poco, como la luz que se amortigua cada tarde en los ojos de los enfermos.

El enfermo o la entrega paulatina, ese fugarse sin alas. Y el mundo que se mueve sólo y gracias al deseo de que amanezca al día siguiente. El impulso patológico a eludir el cadáver que albergamos, asirnos a la oportunidad concedida.

Sólo Cernuda sabía más que yo, sólo el Bosco, sólo García Lorca. Tres nombres y una arquitectura: la memoria del panteón o la arena de pronto redimida durante diez segundos más en la historia del universo.        

Sí, una historia del universo contada al revés sería menos capciosa, hipnótica en su principio, duradera acaso en la caricia primera maternal.

Sí, una partitura leída al revés y acabar con la clave que marcó nuestros días. ¿Así el libre albedrío, el no estar vaticinados? El pentagrama trasnocha posibilidades, caudal de ríos imprudentes.

Sí, una escultura imposible. Una obra imposible de terminarse equivale a otra que no se deja empezar. El mármol o la lucha a brazo partido con el tiempo.

Escrito en Lecturas Turia por Marta Agudo

Plomada y nivel

22 de junio de 2018 13:24:09 CEST

 

 

 

 

 

 

 

 

Son dos los pájaros de las estaciones: el que canta al anochecer, el que no canta 

en la pizarra del ángel, brillante, está mi padre sentado a la diestra de los chotos

es decir, a dos pasos de lo inverosímil 

el reloj nuclear sigue avanzando, independiente del sol y las estrellas

todo se desintegra a una velocidad constante, como plomada que rige la habitación vacía, la habitación limpia, la inmaculada estancia donde los meteoritos son la edad de la tierra 

simplemente era un miércoles con nombre de sábado porque nada hace a los patriarcas la razón aritmética entre las generaciones y la edad de los residuos 

y el mundo comenzó simplemente el día en que prometeo abandonó el fuego en otro lugar

y el día terminó, simplemente 

no es bueno el sufrimiento, digan lo que digan los mandarines de las buenas intenciones siempre buenas para otros

no lo es, nos hace doblemente desdichados, tristes en el padecimiento y soberbios en el usufructo de alguna reclamada compensación 

un residuo, un soplo de vida, las bacterias azules y verdes que de la luz nos dan el aire

y dicen: ni siquiera las rocas pudieron sobrevivir a la violenta infancia de la tierra 

elije una roca, cualquier roca, hasta llegar a la última parada en la cadena de la desintegración y solo queda el plomo, la contante desintegración del plomo

porque mil años en tu presencia son como la despedida de ayer

 

Escrito en Lecturas Turia por Guadalupe Grande

La herida

11 de junio de 2018 09:31:34 CEST

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mamá amaltheus en su nube de encaje  

canta y mece al pequeño pinzón recién nacido.

Su cofre azul de mar sobre las ramas y ese hijo, 

ese sol, esa bengala   

ardiendo entre las hojas   

piqui pío la nana nanita río.

 

Ya crece, ya canta, ya come, 

ya vuela y anochece   

el pinzón pardo y rojo  

es así, no hay cuidado,  

una brizna de sangre

tan fresca  

como el día primero de los tiempos.

 

¿Ahora? ¿La herida todavía?

Y el pinzón en su vuelo, sus afanes,  

y mamá amaltheus

la fósil

la más vieja  

renqueando en la noche primera de los mundos.

 

Todavía  ahí  

por siempre como ayer  

sangrando   

más sangrando    

con la herida  

viva viva   

manando sin parar    

manando sin parar

 

Escrito en Lecturas Turia por Juana Castro

Deseo

23 de mayo de 2018 09:22:47 CEST

Lo busco

no le gusta

se encoge

en el insólito

terreno

bajo las bisagras

que la ventana

muestra

ahora, ahora

es gruñido de animal

de guarida, y puede ser

un aullido

de manada

en desazón,

es un perezoso pez

inmóvil en el estanque

del azul soñado que salta

al brillo de la luna

para hundir su cuerpo

bajo los nenúfares

al menor presentimiento,

es una estrecha gruta

cuyo final ventanoso

termina en espuerta de sombras,

me llaga, al suponerlo

unos pasos más atrás

cuando sientes su olor

y te perfuma la cama

se diluye

en recuerdo de otro recuerdo.

Escrito en Lecturas Turia por Concha García

La fiesta del lenguaje

22 de mayo de 2018 11:37:12 CEST

            Con anterioridad a La huida del cangrejo, Angélica Morales ha publicado otros textos narrativos y, en estos últimos años, se ha movido con una enorme eficacia tanto en ese registro como en el lírico, quizás porque entiende que la escritura literaria va más allá de los límites genéricos, no conoce cortapisas ni respeta convenciones que atenten contra la imaginación, esto es, contra la libertad. Porque, y esto me parece innegable, para ella decir literatura es decir libertad.

 

Del mismo modo que la escritura se prolonga en la lectura, donde adquiere algún tipo de sentido, la lectura puede verse como una proyección de la vida. Morales se ha referido a la importante función que la lectura ha desempeñado en la suya, en general, y en la construcción de esta novela, en particular. He escrito novela, y compruebo enseguida que con este término no hago justicia a lo que Morales nos ha entregado porque este texto va más allá de lo que entendemos habitualmente como novela. Palillos chinos es lenguaje en libertad, lenguaje que busca un lector cómplice, dispuesto a internarse por esas vías por las que se adentra la palabra liberada de todo tipo de gregarismos, tópicos y prejuicios, lenguaje que se atreve a experimentar, que huye de los clichés establecidos y avanza con la intención de ofrecernos una cartografía de paisajes y emociones inéditas, y todo ello lo hace con un registro no marcado, nada fosilizado, atento a la pluralidad del mundo, sensible a la diversidad de las conciencias que lo habitan.

 

La novela no tiene desperdicio y el suspense está garantizado desde el inicio: “Los ojos del chino/guardan un secreto” (p. 17), estas son las palabras con las que se abre la novela; más adelante, leemos que otro personaje, Pilar, “tiene los ojos tan hundidos/que parece que miran/desde el fondo de la tierra” (p. 30). Configurada con ingredientes teatrales (ahí se aprecia una de las grandes pasiones de su autora) y cinematográficos, se incorpora magistralmente la oralidad, ese registro tan habitual de otras épocas y otras culturas, una novela, además, que hace un uso tremendamente eficaz de algunos de los soportes comunicativos más extendidos en la actualidad (redes sociales, correos electrónicos, chats, facebook, etc.). Y más allá de eso, estamos ante un texto con un elevadísimo voltaje poético en donde las metáforas y las imágenes son ingredientes esenciales, en el que las palabras no son solo correa de transmisión sino que alcanzan un fin en sí mismas. Morales ha jugado sus cartas y ha asumido sus riesgos. Digo esto porque un texto como este probablemente no resulte cómodo a un lector lastrado por una idea de la literatura excesivamente convencional, condicionada por diferentes clases de órdenes y jerarquías. Esos riesgos son precisamente aquellas puertas que algunos traspasan y que abren las heridas de la posibilidad. Morales ha sido valiente porque ha hecho su apuesta y esa apuesta no era precisamente a caballo ganador, quiero decir que no ha jugado sobre seguro (el juego, sin ese riesgo, no es tal juego, es trampa, costumbre, tópico…), y la autora de esta novela ha evitado esos lugares comunes.

 

Con la ayuda de ciertos recursos narrativos y el despliegue de toda una galería de diversos y variopintos personajes cuyas historias acaban entrecruzándose, asistimos al gran teatro de la vida, donde se dan la mano lo alto y lo bajo, lo heroico y lo miserable, la comedia y la tragedia, la belleza y la mugre, la alegría y la desesperación. Esos personajes funcionan muy bien como iconos de la pluralidad del mundo, proceden de distintos orígenes geográficos, utilizan varios códigos lingüísticos, son exponentes de diversos imaginarios sentimentales y culturales y todos se entremezclan en ese puzle extraordinariamente bien tejido e hilvanado que resulta al final Palillos chinos. Huyendo del tópico y la convención más ciegas, se expresan de modos particulares, sienten y actúan de maneras muy diferentes. Así, Morales se ha multiplicado y ha sabido ponerse en la piel de sus personajes y dar voces diferentes a todos ellos, construyendo unos diálogos extraordinariamente fluidos y dinámicos, dejando que esos mismos personajes le arrebaten su palabra y sean ellos mismos los que, al contarse a sí mismos, cuenten las historias.

 

La novela es una estremecedora e impactante alegoría de la soledad y el aislamiento en un mundo en el que, como nunca antes, abundan las vías comunicativas, ofreciendo de paso un diagnóstico certero de todos esos elementos que, por encontrarse en la cara oscura de nuestra conciencia y no haberse materializado expresamente, han acabado por configurar lo esencial de nuestra personalidad. Una novela que vela por lo desaparecido y nos enfrenta a emociones, situaciones, estados de ánimo y acontecimientos de no fácil digestión.

 

            En suma, Palillos chinos es un extraordinario ejemplo de literatura disidente, transformadora y dinámica, que ofrece al lector un abanico amplísimo de posibilidades, una disidencia en la que cada decisión estética conlleva una implicación ética, desde la elección de un registro deliberadamente lírico, configurado en modo versicular, hasta la supresión de las comas, demandando así un lector activo, dispuesto a llevar a cabo los esfuerzos de reconstrucción necesarios que este tipo de escritura demanda. Morales recoge el testigo insurgente de algunas vanguardias históricas y de ciertas modalidades del experimentalismo, de todo aquello que provoca desconcierto, desasosiego o incluso malestar en el receptor. Aparentemente, la configuración orgánica se ha desvanecido pero al final el lector percibe que todas esas elipsis, supresiones, instantáneas y fragmentos con los que Morales arma su texto han sido convocados al servicio de una cierta coherencia y cohesión textual, y así consigue recomponer el puzle y descifrar el enredo en el que se había adentrado. La propuesta está ahí, a la espera de un lector que se adentre en este sugerente laberinto de ideas, personajes y acontecimientos que es Palillos chinos.  El viaje, sin duda, merece la pena.- ALFREDO SALDAÑA.

 

 

Angélica Morales, Palillos chinos, Zaragoza, Mira Editores, 2015.

 

Escrito en Lecturas Turia por Alfredo Saldaña

Artículos 156 a 160 de 601 en total

|

por página
Configurar sentido descendente